El taller de Jar II (Segunda época)

domingo, 17 de agosto de 2014

Entrevista a Pablo Capanna


Viernes 11 de julio de 2014
Publicado en El País Cultural


Viajero de otros mundos

Con el ensayista Pablo Capanna





Daniel Veloso (desde Buenos Aires)


EN LOS NOVENTA Pablo Capanna fue un asiduo colaborador de El País Cultural. Se pueden encontrar sus artículos a partir del número 115 hasta el 473. La gran mayoría trata sobre el mundo de la ciencia ficción. Notas sobre escritores como Cordwainer Smith, Olaf Stapledon, Stanislaw Lem, C.S. Lewis; de cineastas como Andrei Tarkovski; o de divulgación científica, como la exploración de Marte, o el origen del universo.
Capanna nació en Florencia, Italia, en 1939. Su familia se radicó en Argentina cuando él tenía diez años. Adaptado a su nueva vida, de adolescente gustaba de leer novelas como Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, La isla misteriosa de Julio Verne, o historietas como Flash Gordon, de Alex Raymond. Más adelante estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires, y luego de recibirse fue profesor en la Universidad Tecnológica Nacional hasta su jubilación. Su pasión por la literatura fantástica y de ciencia ficción, junto a sus estudios en filosofía, fueron la materia prima de sus artículos y columnas en medios del Río de la Plata como en las revistas El Péndulo, Minotauro y Axxon, o en suplementos como El País Cultural, Revista Ñ del diario Clarín, o Futuro del diario Página 12. En este último suplemento de divulgación científica, Capanna colaboró desde 1998 a 2014. También ha publicado varios libros especializados en el estudio y la crítica de la ciencia ficción y sobre escritores del género, como Philip K. Dick, J.G.Ballard y Cordwainer Smith, o de cineastas como Andrei Tarkovsky quien adaptó textos de escritores de ciencia ficción como Stanislaw Lem, en el film Solaris, y los hermanos Strugatsky en Stalker.



Blade Runner


OTRAS ORILLAS. El subte nos había dejado en la avenida Córdoba, así que debíamos caminar algunas cuadras para llegar a la casa de Pablo Capanna. Las calles del barrio porteño de Palermo aparecían tranquilas, casi sin tránsito, en aquella tarde de sábado. Sin querer, pasamos frente a la puerta de su casa pero dos horas antes de la cita, por lo que decidimos esperar a la hora convenida pese al impulso de tocar timbre.
Para matar el tiempo seguimos caminando por esas veredas con árboles que recuerdan un poco a las montevideanas, cuando de repente nos sorprendió ver tres loros que nos miraban desde las ramas de un árbol. 




Uno de los loros barranqueros. Foto: Daniel Veloso.


Con plumas naranjas en el pecho y con una aureola blanca alrededor de los ojos, aquellos tres loros barranqueros parecían salidos de El mundo sumergido de J.G. Ballard. Incrédulos, seguimos nuestro camino hablando sobre el cambio climático y sobre el poder de adaptación de los animales silvestres a las grandes ciudades. Mientras, dimos unas vueltas por aquel viejo barrio bonaerense, convertido en un lugar exclusivo con tiendas de ropa de diseño y restaurantes.



Al rato regresamos a la puerta del edificio donde Capanna nos había citado. Eran las cinco en punto. Tocamos timbre y lo vimos aparecer al final de un pasillo. Abrió la puerta de calle sonriendo, diciendo: “Debe ser la famosa puntualidad oriental”. Reímos y lo saludamos. Capanna no se parecía al de la foto que había visto en una entrevista que le hizo un diario bonaerense hace unos años. En ella parecía un hombre severo, recortado entre sombras. En cambio ahora nos pareció simpático y atento, lleno de humor. Nos condujo a su apartamento, explicando que en ese lugar era donde concedía las entrevistas. Lo tiene para cuando viene a la ciudad a dar clases en la universidad, porque él vive con Graciela, su esposa, en la localidad de José C. Paz, en el Gran Buenos Aires, a 35 km. de Capital Federal. Para llegar hasta Palermo tiene que tomar un ómnibus y dos trenes.
Como la tarde caía y la luz solar escaseaba, le pedimos salir a la calle para así sacarle algunas fotos e ilustrar la nota. Accedió y fuimos hasta la esquina. Allí la tibia luz otoñal complicaba la fotografía. Capanna lo tomó con paciencia, irguiendo su itálica cabeza como si estuviera viendo algún horizonte lejano. Tal vez la brumosa silueta de la isla Utopía.



Foto, Mariana Picart Motuzas.



UCRONÍAS Y DISTOPÍAS. “Estoy medio aburrido de la ciencia ficción”, dice riendo, pero se arrepiente enseguida. “No, cada tanto vuelvo”. Explica que escribiendo artículos para Futuro, el suplemento de ciencia del diario Página 12, con el que colaboró durante quince años, “cada tanto me salía algo de ciencia ficción como para empezar una nota, pero hacerme especialista, no”. Hasta le han ofrecido ser parte del consejo de dirección de una revista académica de ciencia ficción, pero no aceptó. “Es un tema que tuvo su momento, pero ahora, seguir batiendo el parche con lo mismo, es un poco aburrido”.
Sin embargo le digo que él es visto como un experto en el género y como una autoridad en el tema en América Latina. Vuelve a reír y dice: “Yo no me lo propuse; es que nadie trabajó en eso”. Cuenta que “después de cuarenta años el único libro que hay es El sentido de la ciencia ficción”, que publicó en 1966, y que fue el primer estudio serio que se hizo en América Latina sobre el género. En 2007 Capanna reescribió el libro reeditándolo con el título Ciencia ficción Utopía y mercado.
Esa idea general de que es la persona que más sabe del tema no llega a gustarle del todo. Contó por ejemplo que le ofrecieron formar parte de un jurado para un estudiante que escribió su tesis sobre las ucronías. El estudiante contó que el director de tesis le dijo: “che, por qué no llamás a Capanna que es el único que sabe”.
Pregunto si la ucronía es un futuro paralelo: “La ucronía es la utopía alternativa, es decir, cómo sería la historia si no hubiera ocurrido tal cosa, que es un tema político en realidad, en que cada uno se hace la historia a su medida”.
Explicó que la tesis que debía examinar trata sobre tres obras literarias en las que presentan la ucronía de que la Alemania nazi ganó la Segunda Guerra Mundial. Estas son El hombre en el castillo, de Phillip K. Dick, El sueño de hierro, de Norman Spinrad y La conjura contra América de Philip Roth.




Phillip K. Dick


Le digo que El hombre en el castillo me impresionó mucho. Sin embargo pienso que es más una historia paralela que un posible futuro en el que los nazis ganaran la guerra, porque me pareció que los estadounidenses en la novela eran muy débiles de carácter. “Pero ese era Dick, que tenía sus propias chifladuras; no es muy lógico. No es lo que hubiera hecho un historiador. Dick deliraba y salía eso. Era como Mario Levrero”, dice con picardía.
Enseguida contó que unas semanas atrás le pidieron un artículo “que yo ni me acordaba de haberlo escrito, es una crítica a los primeros libros de Levrero, que no se llegó a publicar”. La nota la encontró el escritor y editor Marcial Souto, quien dirigió la revista El Péndulo, y según contó Capanna, va a ser publicado por una editorial uruguaya.





Menciono que en su libro Excursos, de 1999, donde recopila varios de sus artículos, aparece uno sobre ucronías. En esa nota describe una gran variedad de estos futuros alternativos. Pregunto qué son por ejemplo las novelas 1984, de George Orwell, Un mundo feliz, de Aldous Huxley, o Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. “Todas esas son distopías: novelas de advertencia como las definió Arkadi Strugatsky, pensadas para evitar que esos futuros se realizaran. Una de las mejores es Fahrenheit 451, aunque Bradbury en su vejez renegara de ella”.



Los hermanos Strugatsky


EL VERANO QUE VIENE. De los escritores de ciencia ficción, le digo que en algunos de ellos, como Brian Aldiss, Ursula K. Leguin, o Thomas M. Disch, siempre me llamaron la atención el mensaje de crítica a la sociedad contemporánea y de rebeldía contra el estado de cosas. “Sí, según el período, porque, por ejemplo, El hombre en el castillo es un exponente de una época humanista en la ciencia ficción, donde se buscaba mejor nivel literario e ideas un poquito más jugadas y más críticas”. Sin embargo explica que a partir de los noventa esa tendencia “se volcó más a las guerras interminables, para terminar en unos monstruos que nos amenazan, algo muy parecido a los videojuegos”. Opina que el cambio se ha dado porque la ciencia ficción se transformó en un gran negocio. “Esto empezó como un género marginal, donde los escritores tenían que escribir muchísimos cuentos para mantenerse. Dick, con las deudas que tuvo toda su vida, escribía una novela por mes”. Señala que se dio un cambio cuando algunos editores les propusieron a los escritores que “en vez de cuentos escribieran una novela, que rinde más”. Luego les sugerirían que escribieran “una trilogía, y una tetralogía, y cada vez más volúmenes, porque el público está cautivo y cuando lee el tomo tres tiene que leer el siguiente”.
Cuento que leí que la opinión corriente es que los escritores de ciencia ficción escriben sobre el futuro, pero que en realidad lo que les preocupa es el presente. Dice Capanna: “Eso se lo escuché decir a Ray Bradbury, a Brian Aldiss y a William Gibson. Los tres diciendo: a nosotros lo que nos importa es el presente. Gibson una vez dijo: mi próxima novela se desarrolla en el futuro, en el verano del año que viene. Estaban en el invierno de 2002, bueno, si quieren algo de futuro, será en el verano de 2003”.
Capanna sonríe. Un gran espejo que ocupa toda la pared detrás de él crea toda una habitación paralela, con un entrevistado, un entrevistador y una fotógrafa paralelos.



Foto: Mariana Picart Motuzas.

“No hay mucho que imaginar; lo cual es cierto, porque hasta los utopistas más clásicos siempre estaban haciendo un discurso político. La Utopía de Tomás Moro es un discurso contra la ganadería que expulsa a los campesinos de su tierra. Otros hablan contra la revolución industrial. Digamos, siempre hay una referencia al momento que viven el lector y el autor. Por eso es interesante, porque es como un discurso indirecto. No es decir, yo defiendo estas posiciones, sino exponerlas a través de una ficción y dejar que la gente piense”.
Preguntado sobre a qué novelas de ciencia ficción piensa que se parece el mundo actual, Capanna dice que el que “anduvo más cerca fue Philip K. Dick, el más loco y el menos científico de todos. Hace más de sesenta años imaginó desde las multinacionales hasta este batido de villa miseria y alta tecnología en que vivimos. Uno también se acuerda de Ballard cuando visita un shopping, un aeropuerto o un cine con olor a pop, decorado a la manera de los años veinte”.





Mario Levrero.



LAS CIUDADES Y SUS DOBLES. Pregunto si conoció a Mario Levrero durante los años en que colaboró con la revista El Péndulo, su opinión de él como escritor y si lo incluiría dentro de la ciencia ficción. “No conocí a Levrero, pero estuve entre sus primeros lectores gracias a Marcial Souto, que se ha criado en Montevideo y era su amigo”. Capanna contó que cuando su hijo mayor estudiaba Letras, se sorprendió de que nadie conociera a Levrero y que lo miraran extrañados cuando lo mencionaba. “Ahora es obligatorio, y el que no lo ha leído disimula”, dijo. “Levrero fue un gran surrealista; su literatura es fantástica y si se publicó junto a la ciencia ficción fue por motivos circunstanciales”.





Pregunto cómo fue su experiencia como colaborador en la revista. “El Péndulo fue una maravillosa locura que debemos a Marcial Souto, que la concibió, y a Andrés Cascioli que, a pesar de todo, la sostuvo. No había un equipo de redacción, y los principales colaboradores de Souto, que éramos Carlos Gardini, Elvio Gandolfo y yo, nos encontrábamos en los bares”. Capanna explicó que la idea de Cascioli era hacer una revista de historietas, lo que más tarde conseguiría al publicar la revista Fierro. “Era un momento en que hasta se desconfiaba de los lectores. Se decía que había que poner muchos dibujos, porque ya no había capacidad para leer. Sin embargo, yo comencé con un estilo ameno, luego me fui poniendo más sofisticado y acabé con bibliografía y notas al pie de página, sin que nadie se inmutara”.





Elvio Gandolfo.


Es a través del trabajo en El Péndulo que conocería al escritor Elvio Gandolfo. “Fue una muy buena experiencia; cada uno trabajaba por su cuenta, nos veíamos de casualidad, pero sin quererlo logramos un estilo común que definía la revista, a pesar de todas las vicisitudes que llevaron a cerrarla y reabrirla varias veces”.
Al igual que Levrero, Gandolfo es un escritor que se puede ubicar dentro del género fantástico. Pregunté a Capanna si se animaba a relacionarlos. “Una vez Elvio me dijo que le gustaba Montevideo porque se parecía a Rosario. Si fuera a compararlos diría que comparte con Levrero ese raro clima que es capaz de oscilar, entre el intimismo, y un absurdo bastante contenido sin dejar de ejercer una peculiar seducción”.





EL ENSAYO TIENE ALGO DE CUENTO. Capanna, además de escribir ensayos y algún cuento, ha escrito también artículos de divulgación científica. Le digo que sus notas me recuerdan a las de Martin Gardner, escritor, matemático y divulgador estadounidense, por la capacidad que tiene para relacionar ciencia, historia y literatura, pero rechaza la comparación. “No me definiría como tal, porque entiendo que el divulgador es alguien de formación científica que sabe despertar interés por la ciencia y traducir los ‘papers’ a textos legibles. Yo me formé en filosofía, aunque la curiosidad me ha llevado a meterme en cotos generalmente cerrados. Digamos que hago ensayos sobre temas vinculados con la ciencia”.
Relató que catorce años atrás, el periodista y escritor Leonardo Moledo (ver El País Cultural Nº 1022), le pidió una nota para el suplemento Futuro, que aún dirige, en Página 12. “La idea era que fuese algo liviano, como para el verano, pero salió bien y seguimos adelante”.
Su vinculación con la ciencia comenzó dando clases en la Universidad Tecnológica, en la que enseñó por más de treinta años. “Enseñábamos antropología y sociología pero en la dictadura los militares, que habían pensado eliminar esos cursos, accedieron a mantener las cátedras con tal que nos limitáramos a la historia de la ciencia. En su ignorancia creían que era algo políticamente neutro, pero puede ser casi todo lo contrario”.
Enseñar historia y filosofía a estudiantes de ingeniería lo llevó a desarrollar un estilo y “a no ser tan oscuro como los filósofos profesionales”. De igual manera escribir para El Péndulo “me sirvió para tratar de ser legible sin bajar demasiado el nivel”. A su vez, escribir para Futuro “me enseñó que un ensayo periodístico tiene algo de cuento, es decir, te obliga a seducir a un lector que probablemente sepa más que uno, y hasta logré que usaran mis artículos en varias universidades”, dice orgulloso.






ALGUNOS LIBROS

El sentido de la ciencia ficción (1966), reeditado como Ciencia ficción Utopía y mercado (2007).
El Señor de la Tarde, Conjeturas en torno de Cordwainer Smith (1984, reeditado en 2012).
Idios Kosmos, claves para Philip K. Dick (1991, reeditado en 1995 y 2006).
J.G. Ballard. El tiempo desolado (1993, reeditado en 2009).
Excursos, grandes relatos de ficción (1999).
El icono y la pantalla. Andréi Tarkovski (2000).
Conspiraciones, guía de delirios posmodernos (2009).
Inspiraciones. Historias secretas de la ciencia (2010).
Maquinaciones. El otro lado de la tecnología (2011).







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